Emilio, el avanzador
Daniela Bravo - Colectivo de Periodismo El Suroeste
Emilio Cano Arango es un avanzador, así se le conoce en las minas de carbón al encargado de abrir paso para que los compañeros que vienen detrás puedan pasar sin ningún problema.
Además de pionero en la cruzada hacia el socavón, el avanzador también debe estar incomunicado y sin ningún objeto que le sirva para controlar los nervios o matar el tiempo en la penumbra, pues las candelas, los cigarrillos y los celulares son elementos que alteran el monóxido de carbono y el gas metano, los ‘venenos’ del lugar.
Emilio Alberto Cano Arango tiene 46 años y ha dedicado gran parte de su vida a trabajar en las minas de carbón. Estudió hasta primero de bachillerato, se casó a los 22 años y tiene 8 hijos.
El 16 de mayo de 2008 se fracturó el pie derecho mientras trabajaba en la mina, accidente que en vez de alejarlo lo siguió internando en la labor: “el trabajo en las minas es muy duro y es el más mal pago del país, tiene muchos riesgos por alguna peña, una explosión o un gas”.
Explica que los mineros llegan a trabajar hasta 300 metros bajo tierra y que cada vez que se vaya a hacer una voladura se hacen controles de gases, aunque afirma que en las minas se violan muchas normas como el control de la temperatura ya que hay sitios no aptos para laborar porque el grado mínimo de temperatura es de 28 a 30 grados centígrados y llegan a trabajar muchas veces entre los 33 y los 40 grados centígrados “lo cual es muy perjudicial para la salud”, afirma Emilio.
Pese a los riesgos, este ‘avanzador’ agradece al SENA porque “dan capacitaciones y buscan a los mineros más experimentados. Nos enseñan que una mina de polvo es una mina de tiempo, porque por cualquier chispa se puede incendiar fácilmente, hay que mantener la mina húmeda porque el polvo afecta la salud de los trabajadores”.
Pensionados pero enfermos
“En las minas pagan por lo que saquen. Trabajan la tonelada de carbón a $6.000 y ganan aproximadamente $1’660.000 mensuales, si llegan a hacer huelga para que les aumenten el sueldo los pueden echar, hay personas que trabajan por menos dinero entonces les toca resignarse a trabajar por lo que les den”, todo por la esperanza de alcanzar la jubilación, agrega Emilio.
La mayoría de los mineros se pensionan a los 55 años pero muchos salen con enfermedades que tendrán que sobrellevar durante su vida de jubilados, como problemas en la piel, infecciones respiratorias, alteraciones de la visión y lesiones en la columna.
Según Emilio, aunque Ingeominas sí visita de manera constante a los mineros para cerciorarse de que estén en buen estado de salud y cuenten con las condiciones para trabajar de forma segura, muchas veces “son ellos mismos los que no usan los elementos adecuados para cada labor por el afán de sacar más carbón y ganar un poco más de dinero”.
Afirma que lo más importante de un socavón es tener tanto entrada como salida, pues nunca se sabe lo que puede pasar: “en la mina se trabaja con puerta sencilla, doble patilla y alemana, los tambores se aseguran con cuadros boca de pescado y en los tajos con tacos de distancia de un metro”.
A pesar de que le gusta ser minero, Emilio no quiere que sus hijos sigan sus pasos: “no me gustaría que ninguno de mis hijos trabajara en una mina, yo solo quiero que sean unas personas de bien”.
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